miércoles, 11 de junio de 2008

El PRD en la crisis de la adolescencia

El pasado 5 de mayo se conmemoró el 19 aniversario del PRD con dos festejos alternos caracterizados por la sobriedad, el escaso ambiente festivo y ausencias de líderes históricos. Este hecho, síntoma de una fractura del PRD en dos grandes bloques, no es únicamente explicable con el conflicto postelectoral del 16 de marzo, tienen raíces más profundas.
La división fue evidente desde el X Congreso Nacional Extraordinario celebrado en agosto del 2007, en donde la alianza NI-ADN pretendió agregar a la línea política que el plantón de reforma y la lucha postelectoral habían producido resultados negativos en la percepción social del PRD (con obvia dedicatoria a AMLO); en la contraparte, Fernández Noroña y Martí Batres subieron al estrado a acusar de aliados del espurio a quienes se atrevían a cuestionar las acciones del mismo PRD y del Presidente legitimo, bajo el argumento de que daban argumentos a la derecha. En dicho congreso, la capacidad de Jesús Ortega para construir alianzas obligó a Encinas a apoyarse totalmente en las fuerzas de Martí Batres y Dolores Padierna y en sus prácticas políticas. Con cerca del 70% de los congresistas, Ortega garantizó que las elecciones de renovación del PRD continuaran siendo exclusivas de los militantes (la propuesta de Encinas encaminaba la elección al voto de la ciudadanía), por lo cual los simpatizantes de AMLO-Encinas salieron del salón de sesiones profiriendo los calificativos de yunkistas, panistas, espurios, hijos de Calderón a la mayoría aplastante que decidió quedarse en el recinto. Estos y otros elementos, fueron el primer capítulo de la guerra fría en el PRD.
Es así que la fractura en el PRD va más allá de las triquiñuelas electorales y los problemas técnicos que han ocasionado, ampliamente difundidos por los medios de comunicación. Entre las irregularidades irrisorias del devenir electoral de la revolución democrática pueden indicarse: el que se han tenido dos conteos con dos ganadores distintos, la renuncia del Comité Técnico Electoral, casillas zapato por parte de ambos candidatos, la intromisión antireglamentaria de López Obrador para apoyar a Encinas, un presidente nacional impuesto por una mayoría endeble de nueva izquierda e impugnado por izquierda unida, dos diferentes convocatorias a congreso nacional, las peticiones de nulidad, la propuesta del partido frente y la amenaza por parte de los encinistas de emprender acciones de resistencia civil en el seno del PRD (en la que destaca una expo fraude, pero no de los vestigios de pruebas del 2006, sino del 16 de marzo de 2008)
Estas y muchas otras situaciones, han llevado a críticos a suponer la división del partido y la respectiva huida del candidato perdedor (El universal publicó evidencias de la creación del partido Evolución, operado por Dante Delgado para López Obrador; asimismo se ha supuesto que Ortega recurriría a Alternativa Socialdemócrata). Sin embargo, cierto es que tanto nueva izquierda como izquierda unida tienen por lo menos una lista de diputaciones plurinominales y diputaciones de mayoría que habrán de jugarse en 2009, así como las prerrogativas federales y estatales para continuar en el PRD.
En este sentido no es previsible la separación del partido del sol azteca, aunque tampoco lo es la continuación de la estructura prevaleciente hasta ahora. Por una parte, producto del Congreso de agosto del 2007, el PRD contará con la creación del Consejo Político Nacional quien, formado entre otros por expresidentes nacionales y gobernadores, tomará las decisiones de índole político del partido; aunado a ello, existe la aceptación generalizada de que debido al encono, ni Jesús Ortega ni Alejandro Encinas podrán dirigir a su partido.
Es así que existe la propuesta de Cárdenas, Gómez y Godoy de imponer a otro presidente interino para que convoque a nuevas elecciones (Acosta Naranjo, el actual interino, tomó posesión apenas el pasado 4 de mayo y aún está impugnado); así como la propuesta de Jesús Ortega de convertir al PRD en un partido frente en donde deberán invitarse a las principales fuerzas de izquierda, tales como Convergencia, PT y, apúntese bien, Alternativa Socialdemócrata.
Ahora, si bien es cierto que la tendencia nacional va hacia la descalificación del PRD, es prudente recordar que: el PRD es la mayor fuerza política de izquierda; actualmente es la segunda fuerza política del país; gobierna 6 estados de la república; desde su fundación aceleró la transición democrática mexicana; rompió el monopolio político que había tenido el PRI hasta 1988, pues el surgimiento de la Corriente Democrática, a finales de 1987 y la integración del FDN obligaron al gobierno a realizar un escandaloso fraude para darle el triunfo a Carlos Salinas de Gortari, lo cual condujo al gobierno impuesto de Salinas a aceptar reformas electorales, la autonomía y ciudadanización de los órganos electorales y las nuevas reglas de competencia; por otro lado, el PRD ha sido el principal impulsor de la democratización del DF, de la creación de la Comisión de Derechos Humanos, la Auditoría Superior de la Federación, la transparencia informativa del gobierno, las comparecencias de los funcionarios. Es así que el PRD ha sido, en estos años, el principal impulsor de la transición democrática mexicana.
A los 19 años de su fundación, el PRD tiene suficientes elementos para sentirse dignificado por logros obtenidos, sin embargo, las esperanzas sembradas en la izquierda y en el mismo Partido de la Revolución Democrática refuerzan el deseo de que se supere la crisis de adolescencia que ahora le caracteriza. Más allá de los cambios de refundación de los que hablan los perredistas en la actualidad, este espacio hace votos para que el PRD pueda abandonar la dependencia de liderazgos hegemónicos, para dar cabida a un partido en el que se refuerce la diversidad y en el que se cuenten, con un peso relativamente similar, las visiones de diversos actores políticos y no se privilegie la perspectiva unipersonal del caudillo en turno. Entre otros, la expectativa existe en que encuentren adecuada convivencia las visiones de López Obrador, Cuahtemoc Cárdenas, Jesús Ortega y Marcelo Ebrard (si es que por fin decide desprenderse de AMLO).





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